domingo, 1 de enero de 2012

Freixenet.

El humo dibuja el olvido en su mirada. Fumando largamente, mientras lo acompaña con dulce Freixenet. La espera es absurda. Mientras, aquellas sombras inútiles le rodean bailando un torpe charlestón.
Las voces atropellan su mente distópica. El tiempo pasa. No hay nada que le haga sentir peor que aquella música chillona y el jugueteo erótico de las miradas de los presentes.
¿Dónde estaba? El estómago se le removía con aquel cóctel frenético. La demencia comenzaba a ganar el pulso infame contra sí misma. Los hombres la exasperaban, siempre tan dignos y siempre tan dispuestos a aparecer cuando les plazca.

Retiró la silla con brusquedad. La neurosis se apoderaba de ella, como era costumbre. La única cura que encontraba estaba entre las cenizas que se aferraban a sus pulmones.
Evadió al público y a todo un mundo, mientras, tras cerrar la puerta, se apoyó en la fría pared, dejando que una brisa marina invernal y unas luces parpadeantes se incluyeran en el nuevo episodio de sus fracasos existencialistas.
Sólo, tan sólo, esperando la muerte de buena gala y una copa, bajo la tormenta de sus quebradizos sentimientos.

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