jueves, 22 de marzo de 2012

Costa

Me trajeron aquí. No sé cómo. Tampoco cuando. Pero el agua es cristalina, brilla con todo aquello que está sobre el cielo. Esos dos satélites de colores violáceos, rosáceos, rojizos... Y esa aurora eterna, transportando el polvo del exterior. Me acaricia el polvo de estrellas, quizá sea una.
Me recuesto sobre la arena dejándome caer, lentamente. No hay tanta gravedad. Es como si intentase tumbarme en el fondo del mar.
Recuerdo cuando era joven y jugaba con mi padre en nuestro muelle. Cuando me enseñaba todas las estrellas del firmamento. Cuando mi pequeñez me importaba poco. Cuando relucía el sol sobre una vida insignificante. Y ahora veo agujeros negros ahí arriba,  danzando lócamente, sin objetivo. Con tantos secretos que contar, tras esa fuerza que lo devora todo, imparable. ¿Me atrapará a mi también? Recuerdo atrapar mariposas entre mis manos y que desapareciesen de mi vista, al rato, sobrevolaban más allá. ¿Si me atrapa esa pareja, me convertiré en cucaracha? ¿En asteroide tal vez?
Cierro los ojos y dejo que el saxofón de las olas se extinga en mis oídos....

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