lunes, 2 de abril de 2012

Zoe

Despertó en aquel mundo desconocido para ella. Desnuda. Desprotegida. Recubierta de ese líquido pegajoso, aunque ni tan siquiera ella sabía qué era ese líquido, ni tan siquiera qué era el líquido. Por primera vez había salido de aquella campana de cristal y ahora podría decirse que se sentía viva. Los pulmones, aunque no alcanzaba a imaginar qué eran, le dolían al respirar por vez primera. Además respirando ese aire viciado, ese aire extraño que en algún momento podría acabar con ella, mientras su cuerpo se estremecía al intentar moverse. Entumecido, débil.
La conciencia de sí misma no llegaba a alcanzarla, pero sí que se encontraba en el Mundo. No obstante sólo podía mantener los ojos abiertos y escrutar cualquier esquina extraña, con la vista. Emitía balbuceos, gritos incoherentes. Su idioma.
Era la vida en una sociedad muerta, eléctrica. Pero era una vida a medias, paralítica. Pues había pasado años en aquella cárcel semejante a una placenta humana.

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