domingo, 9 de febrero de 2014

El cambio.

Seguramente no te esperes que hable de ti aquí. Seguramente ignores que sigo escribiendo o, quizá menos todavía, que sigo pensando rara vez en ti.
Pero sí, sigues invadiendo mi mente de vez en cuando, no porque te siga amando (sería ridículo, tras tanto tiempo) sino porque has formado parte de mi evolución como persona, de mi crecimiento y de mi personalidad.
Esta mañana cuando me he levantado he visto esa imagen. Maldita imagen. Me recordó a aquel día que descubrí que, como si te hubieras puesto una máscara, abortaste lo que había conocido de ti. Pese a que jamás mostraste cara al público ese corazón de retorcido romántico, aquel "look" hacía mostrar un pequeño o más bien minúsculo resquicio de lo que había dentro de ti.
Probablemente y quizá más bien, lo doy por hecho, muchos te darían la enhorabuena: "¡Qué bien te queda!", "¡Así estás mucho más guapo!" seguido de alguna pequeña pero poco importante decepción "¡Con lo largo que tenías el pelo!"
Pero yo vi la muerte, o más que la muerte, el enterramiento en vida de aquello que había conocido.
Yo viví al chico que trataba de complacer a sus desagradecidos amigos y que jamás se dio cuenta de que no lo merecían. Y pasé a ver al chico que, en lugar de independizarse de sus relaciones tóxicas, simplemente se disfrazó de duro.
Las cosas son así... Y hoy te dicen que aquel aspecto, aquella persona que conocí y exploré no eras tú. Que tú eres el "tipo duro" en el que te has disfrazado.

Yo confío en que tu forma de ser sigue coexistiendo dentro de ti, y que se lo mostrarás a quien ames (como es justo). Es más, espero que sea así. Y de veras me apenaría que una máscara acabara con una esencia que a mucha gente desearía disfrutar.

Dicen que los cambios de imagen son superficiales, pero siempre hay un motivo razonable y hasta profundo en cada uno de ellos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario