A veces tomo
un velero. Pero las aguas, entonces, se tornan estelares ¿Cómo es posible no
poder distinguir entre cielo y mar? Probablemente sea consecuencia de este
calor insoportable.
Pero ya he
tomado el camino. Ahora es momento de desplazarse hacia el nihilismo más
profundo, que es la esencia de una misma. Esa delgada línea entre la vida y el thanatos. Yo, que siempre había sido más
bien semejante al eros. En esta
soledad me redescubro y vuelo más allá de lo que hacen las gaviotas sobre mi
cabeza.
Diantre, qué
lejos estoy ¿Esto fue la inagotable ambición santificada del Buda Siddharta?
Sin embargo aquí no hay nadie de quien apiadarse. Salvo yo misma.
Yo. Sola. Yo. Alma. Yo. Cuerpo.
Yo. Mente.
Me desintegro
y renazco con la caída de este sol infernal ¿No es así como se sintió alguna
vez Odiseo? ¿O fue tal vez Jasón? ¿O quizá Medea a los brazos de este último?
No sé quién estaba más abandonado a su suerte.
A veces veo
que Anfitrite, diosa olvidada y sustituida por el funesto Poseidón (en la
antigua cruzada patriarcal), intenta decirme algo desde las profundidades del
Mediterráneo. A veces creo que soy yo ¿Por qué no iba a serlo?
Este delirio
tendría fin si tuviera compañía en este hermoso mundo delimitado por la proa,
babor, estribor y la popa… Y el viento que lleva este cacharro a una deriva
incierta, hasta que despierte de este largo y filosófico viaje.
Aunque he de
admitir que me lleve a las sendas de lo absurdo e incognoscible ¿Qué hay de las
estructuras lógicas y la coherencia? ¿Dónde ha quedado la formalidad y la
superioridad moral?
Este es mi
mundo, mi nación. Soy la asesina más buscada, pero también la presidenta, la
mejor amante de sí misma y de sus habitantes que en definitiva soy yo. Los
demás rostros en mi mente podrían ser pedazos de mi imaginación, de recuerdos
deshilachados de personas extranjeras y alienadas.
Podría estar
así durante horas, divagando en el sinsentido sobre el sinsentido. Pero estoy
harta de pensar, creo que es mejor que cierre los ojos y que ponga en pausa a
mi mente psicodélica o a este paso, las gaviotas me abandonarán, olvidándose de
mi infinita locura.
¡Buenas noches Anfitrite y dulces
sueños en el fondo del mar!
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