miércoles, 8 de junio de 2016

Velero



A veces tomo un velero. Pero las aguas, entonces, se tornan estelares ¿Cómo es posible no poder distinguir entre cielo y mar? Probablemente sea consecuencia de este calor insoportable.
Pero ya he tomado el camino. Ahora es momento de desplazarse hacia el nihilismo más profundo, que es la esencia de una misma. Esa delgada línea entre la vida y el thanatos. Yo, que siempre había sido más bien semejante al eros. En esta soledad me redescubro y vuelo más allá de lo que hacen las gaviotas sobre mi cabeza.
Diantre, qué lejos estoy ¿Esto fue la inagotable ambición santificada del Buda Siddharta? Sin embargo aquí no hay nadie de quien apiadarse. Salvo yo misma.
Yo. Sola. Yo. Alma. Yo. Cuerpo. Yo. Mente.
Me desintegro y renazco con la caída de este sol infernal ¿No es así como se sintió alguna vez Odiseo? ¿O fue tal vez Jasón? ¿O quizá Medea a los brazos de este último? No sé quién estaba más abandonado a su suerte.
A veces veo que Anfitrite, diosa olvidada y sustituida por el funesto Poseidón (en la antigua cruzada patriarcal), intenta decirme algo desde las profundidades del Mediterráneo. A veces creo que soy yo ¿Por qué no iba a serlo?
Este delirio tendría fin si tuviera compañía en este hermoso mundo delimitado por la proa, babor, estribor y la popa… Y el viento que lleva este cacharro a una deriva incierta, hasta que despierte de este largo y filosófico viaje.
Aunque he de admitir que me lleve a las sendas de lo absurdo e incognoscible ¿Qué hay de las estructuras lógicas y la coherencia? ¿Dónde ha quedado la formalidad y la superioridad moral?
Este es mi mundo, mi nación. Soy la asesina más buscada, pero también la presidenta, la mejor amante de sí misma y de sus habitantes que en definitiva soy yo. Los demás rostros en mi mente podrían ser pedazos de mi imaginación, de recuerdos deshilachados de personas extranjeras y alienadas.
Podría estar así durante horas, divagando en el sinsentido sobre el sinsentido. Pero estoy harta de pensar, creo que es mejor que cierre los ojos y que ponga en pausa a mi mente psicodélica o a este paso, las gaviotas me abandonarán, olvidándose de mi infinita locura.

¡Buenas noches Anfitrite y dulces sueños en el fondo del mar!

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