sábado, 14 de julio de 2012

Culpabilidad.

Observaba su cadáver que ya llevaba varios días ahí, descomponiéndose, y no era capaz de sentir nada. Encendí un cigarrillo al cabo de un largo rato. Aspiré el amargo humo que, ahora, resultaba repulsivo. Siempre llego tarde a todas partes, no soy bien conocido, precisamente, por mi puntualidad. Ahora me encontraba solo en el mundo, en el que era ciertamente insignificante, efímero. Delante de mi tenía la prueba más absoluta de esa contundente teoría. Esa y de que he descuidado mi vida como el que más. El rostro pálido de ella, noto cómo me reprocha todo esto: "¿Por qué tuviste que marcharte?", "¿Por qué me abandonaste así?". Circunstancias, excusas malas, pobres y vacías. La cobardía de enfrentarse a un futuro tan ciego y tan oscuro no permitía actuar bien a nadie. Ahora alguien se había creído valiente y había movido la ficha para cortar de cuajo una cadena que ya estaba a punto de quebrarse.
-No sé quién te ha dejado así - dije, tranquilamente, como si realmente esperara una respuesta-.Pero sospecho que soy yo el culpable de esta auténtica muerte.
Busqué algo. Cartas, fotos... Algo que me dijera quién fue el que tomó aquella decisión. Pero sólo encontraba mi rostro, relatos basados en mí, poemas sin acabar y canciones de amor empalagosas, acumuladas y descolocadas, en un rincón. Cada vez era más consciente de que mi metáfora tomaba forma física. No había otro tipo, no había nada. Sólo esos recuerdos sólidos en cada bocanada que inundaba esta habitación. Estaba sobrecargado de mi mismo y era yo mismo quien la había asfixiado con todo esto.
Llamé a la policía, colgué y me marché, cerrando la puerta tras de mi. Como aquel día. Sólo que aquel día ella me retuvo. Ahora lo que me ataban eran unos extraños remordimientos y la imagen de su cuerpo, sobre el charco de sangre ya reseco.

2 comentarios: