lunes, 16 de noviembre de 2015

Sal en la arena

   Hoy he soñado contigo y no he podido evitar preguntar por ti. Hace algo más de un mes que tendrías que haber vuelto, pero estas en paradero desconocido. Recuerdo que ya me advertiste sobre la gran probabilidad de que no volviéramos a verte. No quiero pensar en que hayas muerto, quizá porque mi inocente mente occidental siente la muerte alienada. Pienso y quiero creer que estás vagando por el desierto con algún propósito. Posiblemente hayas querido entrar en conexión contigo mismo y decidir con cuál de tus mitades quedarte (pues te ensordecían con su ruido). Has querido perderte entre las arenas porque es el lugar más complicado de este planeta para poder encontrarte. Como un Mesías pero sin la pomposa búsqueda del mensaje de salvación, solo quieres hacer esa elección final y seguir ese camino. Puede que jamás llegues a escoger ninguna y te quedes en el desierto eternamente, pero con ambas partes en paz y unidas.

   Sea como sea, bajo el cielo en el que estés andando ahora, echo de menos las charlas bajo las estrellas, los cafeses rompecabezas, tu humo cínico y las horas en vela pensando en tu lección. Jamás he sentido una amistad tan fuerte por alguien en tan breve tiempo. Dejas huella por donde pasas, pero a mí me has plantado una semilla de sabiduría que espero madurar algún día.

   Nunca me cansaré de agradecer el paso por mi vida y que deseo desde lo más profundo de mi ser volver a verte, aunque sea entre las dunas del Sáhara. 

martes, 15 de septiembre de 2015

Y sí.

Ayer fue tu día. Y esto es claramente para ti. Sé que probablemente no lo leerás, pero aún así me arriesgo a ese escaso porcentaje a que llegues a leer estas líneas algún día y acabes huyendo de mi.
La verdad es que pasan estos meses y no soy capaz de olvidarte. Es francamente la tarea más complicada a la que me he enfrentado nunca. Y sin embargo me ha dejado entrever la realidad de la situación. Por qué nunca ha acabado de cuajar. Por qué, pese a la pasión que nos unía y la complicidad que aún hoy somos capaces de sentir, acabábamos al borde de un abismo. No es porque seamos incompatibles. De hecho creo, y lo creo firmemente, que jamás seremos tan compatibles con otra persona como lo somos entre nosotras.
Realmente tenemos muchos asuntos que resolver con nosotras mismas. Con nuestra individualidad herida con diferentes circunstancias de la vida. Pero en fin, no puedo poner mi voz en tus emociones... Sin embargo puedo hablar de las mías. Y aquí, desde aquí, te pido perdón. Porque tú no tenías por qué soportar mis bajones, mis debilidades y mi necesidad extrema de protección. Ahora, desde aquí, puedo decirte que realmente  he comprendido qué ocurre conmigo y que, más que nunca, intento solucionar esos torbellinos imparables.
Deseo, en mi más profundo y sincero fuero interno, que algún año de estos podamos finalmente estar juntas en paz. No obstante, alabaré y apoyaré cualquier decisión que tomes. Como siempre, te amaré desde la libertad. Que, aunque egoistamente hablando, preferiría vivir ese amor compartido, pero no sería una auténtica amante si no respetase tus decisiones.

martes, 4 de agosto de 2015

Morrison

Se desveló en el desierto con un coyote olisqueándole el rostro enrojecido. Posiblemente considerando si sería su banquete del día. Sólo recordaba haberse caído de su caballo, cabalgando bajo la tormenta. Tenía un amargo sabor en la boca y un par de alacranes acercándose a sus pies.
¿Dónde se encuentra el chamán? Lo había dejado bailar en el último bar de carretera. Él le habló de una muerte que arrastraba el polvo de California. E inmediatamente después se pasó a la búsqueda de tal dulce sueño. Pero no así, no con un escorpión alzando su aguijón.
¿Dónde estaba su peyote?

sábado, 30 de mayo de 2015

Musa III

Jamás en la vida me habían escrutado con aquella inteligencia y desnudez emocional. Jamás en la vida lo había hecho una mujer.
Querías ofrecerme un paseo nocturno e interminable por el Sena, lo sé. Quizás tirar de mí y volver a desnudarme conceptualmente.
Sueño con quitarte ese sombrero que te cubre medio rostro y tirarlo tan lejos como alcance mi fuerza, que el resto lo arrastre este vasto río. Reírme de ti, pero contigo. Jugar a hacerte perder la paciencia. Necesito probarte.
Reconozco que con cierta timidez, paseo cerca del café por si te vuelvo a encontrar. Pero parece que sólo exististe una vez.
Ahora llueve y no puedo volverlo a intentar. Desde aquí puedo ver cómo las gotas de lluvia dan golpes de indiferencia sobre el suelo adoquinado por el que pasé aquella vez.

Sin más opción, perdida en estas reflexiones, me pongo a fumar y te vislumbro entre las volutas de humo que forma mi boca. Sedienta, quizá, de una conversación complementada. 

viernes, 29 de mayo de 2015

Musa II

En mis noches de soledad, con mi taza de té hirviendo, a veces te imagino… Te veo bailando entre luces de colores vivos y derretidos.
No me olvido de aquella vez que te vi desde aquella olvidada cafetería de París. Ni de la hipnosis que me provocó el contoneo de tus caderas al son de tu melena castaña ondeando en tu espalda.
Y en esas noches, como esta, te imagino en una pista imaginaria de colores y sonidos confusos provocados por el opio. Mirándome con tu felina interna, y tus labios eternamente húmedos.
Maldita, ¿cuál es tu nombre? Deja de provocarme con tus ojos verdes y esa danza tan suculenta. No tengo más remedio que sentirme invitada, invadida por tu salvaje mundo, como un palpitar eterno.
Nunca termina este dolor de no tenerte entre mis brazos y sin embargo vicia como la peor de las drogas. Quizá como una absenta maldita, haciéndome alucinar con el hada que nace de tu esencia.
Te desvaneces… ¡Ay! Sin poder olerte.

Y me quedo con una quemazón en mi lengua por este maldito té, una vez más.

viernes, 20 de febrero de 2015

Liberté

Jamás creí, durante estos años de aparente incurable niñez, que sería capaz de amar desde la libertad. Como quien prefiere pararse a observar un paisaje virgen, en lugar de encerrar la naturaleza en un jardín.
Jamás creí que llegaría a adoptar o, inclusive, desear adoptar semejante visión, semejante filosofía. Que para disfrutar del canto de las aves, no es necesario tener a un pajarillo encerrado en jaula de oro.
Quizá sea un momento, una etapa o una fase. Pero quiero que ella extienda sus alas, que viva y que sienta con toda la intensidad que ofrece ésta juventud tan loca y desconocida. No quiero atarla a la tenebrosidad de la monotonía y la cotidianidad propia de quien ya ha construido realmente su nido y no de quien no ha aprendido si quiera a volar.
 No quiero que éste cariño se extinga por el aburrimiento y por la obligación. Que se mantenga fresco como una rosa desde la sanidad de la independencia y que el dolor sea algo tan anecdótico que, inclusive, podría parecer inexistente.