Hoy he soñado
contigo y no he podido evitar preguntar por ti. Hace algo más de un mes que
tendrías que haber vuelto, pero estas en paradero desconocido. Recuerdo que ya
me advertiste sobre la gran probabilidad de que no volviéramos a verte. No
quiero pensar en que hayas muerto, quizá porque mi inocente mente occidental
siente la muerte alienada. Pienso y quiero creer que estás vagando por el
desierto con algún propósito. Posiblemente hayas querido entrar en conexión
contigo mismo y decidir con cuál de tus mitades quedarte (pues te ensordecían
con su ruido). Has querido perderte entre las arenas porque es el lugar más
complicado de este planeta para poder encontrarte. Como un Mesías pero sin la
pomposa búsqueda del mensaje de salvación, solo quieres hacer esa elección
final y seguir ese camino. Puede que jamás llegues a escoger ninguna y te
quedes en el desierto eternamente, pero con ambas partes en paz y unidas.
Sea como sea,
bajo el cielo en el que estés andando ahora, echo de menos las charlas bajo las
estrellas, los cafeses rompecabezas, tu humo cínico y las horas en vela
pensando en tu lección. Jamás he sentido una amistad tan fuerte por alguien en
tan breve tiempo. Dejas huella por donde pasas, pero a mí me has plantado una
semilla de sabiduría que espero madurar algún día.
Nunca me cansaré
de agradecer el paso por mi vida y que deseo desde lo más profundo de mi ser volver
a verte, aunque sea entre las dunas del Sáhara.
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