martes, 15 de julio de 2014

Estepas.

Guerreros de las estepas. Supervivientes del Eterno Frío norteño. Aún entre las ventiscas se escuchan vuestros cantos y rezos a dioses coléricos. Señores de la batalla cuya semilla violenta aún germina en nuestra sangre.
Aún se recuerda aquellos tiempos en los que el Mjolnir se asomaba entre horizontes teñidos de rojo.

viernes, 11 de julio de 2014

Paz.

No hay guerra, no hay tregua. Desde que ya no espías entre las estrechas rendijas de mi ventana y gritas mi nombre desesperadamente; desde que ya no tengo que atragantarme con tus deseos frustrados; desde que ya no me rindes una pleitesía desmesurada; desde que ya no tengo que soportar esos impulsos esquizoides y esos altibajos tan abruptos; desde que no tengo que soportar tu absurda estupidez, siento la más auténtica paz.
Ahora sé que nunca debí abrir esa carta, que debí haber dejado que los vientos de otoño se la hubieran llevado bien lejos de mi.
No obstante de toda experiencia es un gozo aprender, y de ésta he aprendido a sentir la paz.


miércoles, 2 de julio de 2014

Otoño.

En mis recuerdos tu silueta siempre se recorta en un atardecer otoñal y una sonrisa que no logro comprender, bajo ese gorro de lana gris.
Nunca llegué a entender cómo llegamos a bailar bajo los robles del Paseo. Nunca llegué a entender cómo pudiste coger mi mano de hielo y cómo hacías que corriéramos tras las sombras de nuestros demonios.

Este vodka tampoco me está ayudando a comprender cómo desapareciste. Ni éste sofá me está ayudando a olvidar. Y sin embargo, quizá bajo los efectos livianamente estupefacientes del alcohol, siento que me estás mirando la nuca. No obstante me giro y no estás, pues te absorbió la nada ( o eso me dijo alguien una vez, no recuerdo quien, no tengo buena memoria) o te desvaneciste en el caos, mientras yo me consumo como ésta botella.


Victoria

Ese dulce néctar caprichoso.
Hay quienes la desean publicar cada nimiedad, desbordándose en su soledad en medio de ésta mota de polvo azul. Otros la guardan para sí, esperando (y hasta en la vigila antes del sueño) que sus pequeños pasos hacia delante no los conviertan en despeñados .
Todos vivimos sujetos a las imperantes leyes físicas y naturales. Somos insignificantes. Y no obstante nuestro ego provoca nuevos dioses y nuevos demonios, acusando a  la ciencia de frialdad mientras nuestras mentes siguen engañándose hasta el hartazgo de vivir. Culpamos de nuestro dolor a otros, cuando nosotros somos los que nos hacemos harakiris diarios.
La sociedad se comprende como un suicidio colectivo lento y silencioso. El sueño de libertad sólo se queda en eso, en sueño, hasta que unos pocos logran despertar. 
Estos despertados no fanfarronean de su descubrimiento de la Idea de Bien, pues no puedes hablarle de realidad a quien está continuamente con los ojos cerrados. Sin embargo, en la tierra de los dormidos, se vislumbran las peleas de opiniones banales, de ineptos colgándose medallas y acusaciones mutuas. En un egoísmo atroz mientras la verdad se halla tan cerca y tan lejos.
La victoria aparentemente inexistente y la creencia de una victoria realmente inexistente.