martes, 26 de agosto de 2014

Ílice.

Lo prometido es deuda, Elena de Ílice.

Las luces de un modernismo eterno no se apagaron esa noche como cualquier cosa. Un bullicio que apasiona y no desgasta.
Las conversaciones que, como en cualquier ciudad española, de una se entera hasta de los más pequeños detalles. Parejas que se aman, amigos casuales, gente formal. Tiendas y tiendas, sobre todo bares.
Pero me siento flotar por las calles, como un pequeño laberinto. Como una pequeña Barcelona.

Cuando pasa el tiempo echo de menos ésta vida cosmopolita, romántica entre palmeras. Tiene algo de mágico, algo de especial. No sé si será por la tal Elena de Ílice. Pues descubrí ésta ciudad de verdad a la vez que conocí su sonrisa.

Siempre me hace evocar sus calles la banda sonora de Amelie, a la vez que no puedo evitar sentir su mano acariciando la mía. Sus ojos tímidos evitando los míos y el orgullo hacia su hogar.
 Me siento una viajera enamorada y la tristeza me invade cuando abandono esas tierras, en un tren ruidoso y sin compasión. Me quedo con la calidez de su misticismo en el corazón hasta que otro día vuelva a su seno y vuelva a emborracharme de ambrosía ilicitana.





lunes, 11 de agosto de 2014

Sáhara

Jamás pensé que una de las más influyentes y bellas amistades que se han introducido en mi vida, proviniera de las lejanas arenas del desierto saharaui. Ni tan siquiera llegué a pensar que fuera esa palanca de la que hablaba Aristóteles, que pudiera levantar la pesada piedra de la incertidumbre que ensombrecía mi existencia.
Maestro, amigo y hermano. Una triada, nada divina, pero sí muy humana que se ha llegado a consolidar en pocos meses.

Hace un mes y pico que se marchó y lo echo profundamente de menos. Sin embargo, los lazos que nos unen no se romperán con la misma facilidad con la que se unieron. La huella que ha dejado en mi corazón es mi cayado para continuar éste largo viaje de la vida.

A veces me paro a escuchar esa música que él, amablemente, me enseñó para fundirme aunque fuera una pizca con su hermosa cultura trasnochando en la Biblioteca 24h de la Universidad de Alicante. También me paro a escuchar esa música que me enseñó en momentos difíciles, a modo de lección o a modo de sátira, quizá a modo de todo un poco.

De vez en vez, se me aparecen sus palabras (como si el viento de allá las trajera acá) nítidas como el primer día.

Me ha regalado un cosmos en el que poder refugiarme, pero no se me ocurre otra manera de agradecerle sus regalos que siguiendo sus consejos y estar ahí siempre que me necesite.

¡Espero que le llegue mi abrazo desde tan lejos!