viernes, 20 de febrero de 2015

Liberté

Jamás creí, durante estos años de aparente incurable niñez, que sería capaz de amar desde la libertad. Como quien prefiere pararse a observar un paisaje virgen, en lugar de encerrar la naturaleza en un jardín.
Jamás creí que llegaría a adoptar o, inclusive, desear adoptar semejante visión, semejante filosofía. Que para disfrutar del canto de las aves, no es necesario tener a un pajarillo encerrado en jaula de oro.
Quizá sea un momento, una etapa o una fase. Pero quiero que ella extienda sus alas, que viva y que sienta con toda la intensidad que ofrece ésta juventud tan loca y desconocida. No quiero atarla a la tenebrosidad de la monotonía y la cotidianidad propia de quien ya ha construido realmente su nido y no de quien no ha aprendido si quiera a volar.
 No quiero que éste cariño se extinga por el aburrimiento y por la obligación. Que se mantenga fresco como una rosa desde la sanidad de la independencia y que el dolor sea algo tan anecdótico que, inclusive, podría parecer inexistente.


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